miércoles, 27 de febrero de 2013

Rio de Janeiro / El señor del perrito

El señor del perrito
Copacabana, Rio de Janeiro, 2013



Serie: Rio de Janeiro
Título: El señor del perrito
Copacabana, Rio de Janeiro, 7 de febrero de 2013
Foto de Triunfo Arciniegas 
 


Me gustan los viejos y los perros. Y me gusta este viejo que sale a pasear con su perro por Copacabana. Parece un mayordomo retirado. Tal vez durante cincuenta años abrió las puertas y las ventanas de la mansión de una vieja dama cuyos huesos reposan ahora en uno de estos cementerios ardientes. Tal vez heredó no sólo la mansión sino la soledad. Hay tanto dolor en su rostro y, ya imborrables, rastros de una milenaria sumisión. Es un hombre de pocas palabras. O como diría Guimarães Rosa, de palabras tristes. Parece que sus hijos viven lejos y nunca ha visto a sus nietos. Vive solo, de sus ahorros, con sus libros antiguos y sus juguetes, con las migajas que recogió por el camino, en uno de los lugares más bellos de la tierra, pero solo, maldita sea. El señor del perrito tal vez tuvo amores con "la señora del perrito", esa mujer tan dulce de la obra maestra de Chejov. Pero ella ya no viene más o tal vez ya no recorre los caminos de este mundo. Nada nos salva de una vejez solitaria, ni el más sólido matrimonio, porque todo matrimonio acaba así sea con la muerte, ni los numerosos hijos, porque todos vuelan. “El secreto de una buena vejez consiste en un pacto honrado con la soledad”, algo así dice García Márquez en su obra maestra. El perro se ve bien. Solo tiene a su viejo y con eso le basta. Pero al viejo no. El viejo sabe que a su vida le faltan muchas cosas, pero que a estas alturas ya no tienen remedio. Que la vida pasó y queda poca.


Triunfo Arciniegas 
SP, 27 de febrero de 2013 





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